Había una vez un mundo tan opulento y tan rico que se olvidó de las cosas importantes, corría y corría hacía el consumo de “cosas” que tenían que dedicarle todo el tiempo para tenerlas, poseerlas, y lo más triste es… que no disponían de tiempo para disfrutarlas.!!! Pero, ¿por qué no las disfrutaban si las tenían?… ¡había que pagarlas!
Tanto era el ajetreo de sus habitantes, que el Universo se asustó, y empezó a pensar: «los humanos se están deshumanizando». Entonces el Universo fue generoso con la Tierra y le advirtió:
– Posees todos los medios necesarios para vivir con opulencia, tienes agua para beber, tierra para cultivar, aire para respirar y además fuego para calentarte,
¿qué más necesitas para ser feliz?.
Los habitantes del planeta Tierra estaban tristes y estresados, no tenían la suficiente energía para preguntarse: ¿qué me pasa que no soy feliz?.
El Universo, una vez más, señaló a la Tierra, mira: ciudades irrespirables, ríos contaminados, bosques desforestados, y las familias desestructuradas…
– ¡Qué horror! -dijo la Tierra.
Con gran desasosiego, nos anuncia el Universo una nueva pandemia, llamada Coronavirus.
Rápido, pon a los humanos en confinamiento porque este virus desconocido, no sabemos cómo actúa.
Y así fue, querid@s niñ@s , llegamos a esta situación “#Quédateencasa”. Las autoridades, que nos gobiernan aconsejan aislarse para poder estudiar la manera de ganarle la batalla al virus.
A través de los medios de comunicación se advierte a la población que no se puede salir a la calle, porque el virus se extiende a través de la saliva y del contacto físico, por precaución se recomienda salir a la calle sólo a comprar alimentos y medicinas, e ir protegidos con mascarilla y guantes para evitar contagios.
Se cierran las escuelas, tiendas, bares…,sólo abren los establecimientos de primera necesidad.
Mientras el virus viaja de un país a otro y sin saber cómo combatirlo, la Tierra está paralizada, y sus habitantes horrorizados porque no entienden lo que sucede.
Se preguntan los más sabios: ¿Es esta una guerra sin balas?. Las muertes se cuentan por miles, la impotencia se apodera de los gobernantes, comenzando así una nueva fase de reflexión mundial que precisa, científicos, médicos, técnicos para buscar la vacuna y ganar la batalla al virus. La clave está en compartir información entre los países infectados, los expertos en virus, bacterias ponen en común sus conocimientos y comienzan a ensayar medicamentos para probar su eficacia, estos ensayos necesitan de mucho tiempo para obtener resultados fiables para poder utilizarlos en los seres humanos.
Durante el confinamiento, los humanos aprenden a convivir en familia, metidos en sus hogares, compartiendo espacios reducidos, horarios de 24h, todos a merced de las recomendaciones de los políticos y sanitarios, que son los expertos para garantizar la salud y el bienestar de la Tierra.
La mayor premisa es mantenerse alejad@s del virus, y para ello, se van dando nociones para sobrevivir encerrados en sus casas ¿cómo se vive sin pisar la calle, sin besos, sin abrazos? Pues con mucha imaginación y con la tecnología que socorre a la humanidad, evitando el total aislamiento. Gracias a estas máquinas tan modernas y complicadas, los terrícolas de todas las edades aprendieron a manejarlas para poder contactar con sus seres queridos. Y los más pequeñ@s contactaban con sus amig@s a través de las redes sociales.
Pasaban los meses y los terrícolas estaban teniendo necesidades básicas como tomar aire fresco y realizar algún tipo de deporte para ejercitar la mente y el cuerpo. Por fin las autoridades empezaron a darle a los humanos pautas y tiempos para salir a la calle. Con mucha prudencia y cautela, con los espacios y con las normas de higiene, los terrícolas empezaron a salir a sus calles. Poco a poco, fueron aprendiendo nuevas formas de conducta y vieron que su cielo estaba limpio, y el aire era más puro y no molestaba el ruido, se escuchaban los pajaritos.
Para prevenir nuevos contagios, se organizaron horarios espaciados para salir a la calle, y guardando distancias de seguridad. Los terrícolas colaboraron en todo momento con las recomendaciones dadas por las autoridades sanitarias y comenzó la desescalada. Porque la pandemia estaba casi controlada y la Humanidad necesitaba volver a la vida. El nuevo accesorio que incorporaron los terrícolas para no infectar y protegerse fueron las mascarillas, así volvieron a realizar sus actividades cotidianas, visitar a la familia, ir al parque, y todavía esperando a la apertura de las escuelas, por seguridad fueron las últimas instituciones en abrir sus puertas…
Hasta el próximo curso las escuelas infantiles no podrán ejercer sus funciones educativas, ni colaborar en la conciliación laboral de las familias. Tristes las educadoras, entregan a los niñ@s sus pertenencias sin poder despedirse con un simple abrazo. Con lágrimas en los ojos y lanzando besos, les piden que pasen de visita a la escuela de pequeñ@s, una vez adaptados en su nueva etapa de “mayores”.
Con pena y esperanza esperamos a la Vacuna del coronavirus para volver a abrir nuestra puerta y contestar al timbre: Antares, ¿Quién es? – Contesta un@ – … soy yo.
Bienvenida querida rutina y odiado lunes.
La maestra: Montse Moldes Cortés